Guion: Chad Hayes,
Carey Hayes
Música: Joseph Bishara
Fotografía: John R. Leonetti
Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Lili Taylor, Joey King, Ron Livingston
Fotografía: John R. Leonetti
Reparto: Vera Farmiga, Patrick Wilson, Lili Taylor, Joey King, Ron Livingston
Hacer una crítica de una película de terror viene a ser
como ir a un parque de atracciones, salir, y preguntarte si las experiencias
han sido trascendentes en tu vida. Bueno, lo mismo en la montaña rusa has
besado a la chica con la que vivirás, tendrás hijos y de la que te separarás,
pero, si no es así, poca trascendencia más va a haber.
Con las películas de género, y en concreto con las de
terror, la cosa funciona más o menos así: te sientas en la butaca del cine,
pasas un miedo morrocotudo, sales a tomar algo, tienes las típicas
conversaciones posvisionado de película de miedo, en las que compartes con tus
amigos las experiencias paranormales que habéis tenido en la vida (la abuela
que se te aparece en un sueño, ataviada de blanco con una rosa roja, y luego,
por la mañana, va tu madre y te dice que es su cumpleaños) y ya está, para
casa.
Como habréis podido observar Expediente Warren: The
Conjuring está el apartado de Estrenos, porque le toca, al ser de
2013, y también en el de Productos perecederos, aunque quiero dejar claro
que esto no significa que la película sea especialmente mala, hay que reconocer
que cumple con su objetivo de asustar a los espectadores y hacerles disfrutar
de una hora y media de entretenimiento, sino, más bien, que probablemente mi
hijo, que ahora tiene cinco años, no la vea cuando sea adolescente o cuando se
acerque, si es que el chiquillo sale cinéfilo, a películas como El resplador
de Kubrick o El exorcista de Friedkin.
Hablé de los géneros cuando comenté Django
desencadenado, de Quentin Tarantino, y de cómo se tiende, en demasiadas
ocasiones, a usar las formulas como elementos con valor propio, cuando en
realidad deberían estar integradas en el objeto artístico. Con esta película
pasa algo parecido: el marco estilístico encorseta la obra y hay una profusión
de clichés que no dejan sitio a las ideas. Creo que las fórmulas son
imprescindibles cuando se hace cine de género, pero lo importante es que se
usen como elementos de caracterización, que dejen vía libre a la creación de
una superficie donde desarrollar una historia y donde construir unos personajes
que impregnen al espectador.
Se suele valorar en este tipo de cine que la tensión esté
bien dosificada, considerando, la mayor parte de las veces, que esto ocurre
cuando hay un accelerando constante en la velocidad del montaje. Pero el
ritmo se estructura a varios niveles, y que un director intensifique la
velocidad con los cambios de planos y la sucesión de eventos, no necesariamente
genera más tensión ni modifica el ritmo, ya que este último está ligado también
al flujo narrativo. James Wan lo intenta, trata de llevar varias líneas
argumentales paralelas, saltando de una a otra para cambiar el tempo e
intentando que confluyan en el desenlace, pero como ha adelgazado tanto las
tramas y convertido los personajes en meros estereotipos (es decir, ha
supeditado, eclipsándola, la narración a la acción), el ritmo que pretende
conseguir se le diluye entre las manos. Finalmente, el director se ve abocado a
los fuegos de artificio del montaje rápido, donde parece que suceden muchas
cosas en poco tiempo, aunque el suspense, esa sensación de tensión no resuelta
que hace que el espectador siga con interés el argumento, haya desaparecido
desde la entrada del segundo acto.
Por otra parte, y estos son algunos de sus aciertos, se
agradece que Wan haya tenido el buen gusto de no llenar de casquería la
película, de generar inquietud en el espectador con elementos sencillos que
sugieren más que muestran, y de usar con relativa moderación los efectos
visuales.
Si quieres ir al cine a entretenerte y te gusta el
género de terror, subgénero híbrido de casas encantadas más exorcismo, Expediente
Warren: The Conjuring es una buena e intrascendente opción: se disfruta
durante el visionado y se olvida nada más salir de la sala.
Manuel Escudero
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