Sesión continua: Nunca aceptes dulces de un extraño (1960)

Nunca aceptes dulces de un extraño
Título: Never Takes Sweets from a Stranger
Director: Cyril Frankel
Guión: John Hunter (sobre una obra de Roger Garis)
Música: Elisabeth Lutyens
Reparto: Gwen Watford, Patrick Allen, Felix Aylmer, Niall MacGinnis, Alison Leggatt, Bill Nagy, MacDonald Parke, Michael Gwynn, Janina Faye, Frances Green, Estelle Brody, James Dyrenforth, Robert Arden, Vera Cook, Budd Knapp
País: Inglaterra
Año: 1960
Duración: 82 min.


Obra maestra en el baúl del olvido
El cine inglés, y de forma significativa el cine inglés de la Hammer, nos tiene acostumbrados a sorprendentes rarezas cinematográficas que, con el tibio y raquítico encasillamiento de “obra de género”, de “serie B” o de “suspense”, han pasado desapercibidas o se han quedado injustamente relegadas al cajón de sastre -en no pocas ocasiones “desastre”- de “películas menores”.
Pero con el paso del tiempo hemos podido comprobar que a menudo estas películas, silenciadas con cierta presunción y no poca ligereza, son mucho más de lo que su silencio insinuaba, desvelándose unas veces como obras de gran calidad y otras como verdaderas obras maestras. Recordemos, en el primer caso, la famosa trilogía de suspense psicológico (en el que los británicos se han erigido maestros) que el maravilloso fotógrafo y más que estimable director Freddie Francis rodó para la Hammer en los años 60, década dorada de la productora: Paranoiac (1963), Nightmare (1964) e Hysteria (1965). En el segundo caso yo incluiría, sin duda, Nunca aceptes dulces de un extraño, dirigida por Cyril Frankel, también para la famosa productora, en 1960.
Resulta sorprendente que una película de este fuste, permanezca perdida en el baúl del olvido. Magnífico y estremecedor thriller con hondos toques dramáticos y de crítica social. Maravillosos los actores, maravillosos el guión y la fotografía, sin olvidar la música de la gran Elisabeth Lutyens. Maestría narrativa y tensión dramática en un continuo e inigualable "crescendo", con un dominio del suspense digno del mejor Hitchcock. Concisión sin concesiones; filme seco, en ocasiones brutal, en el que se perciben ecos de "La noche del cazador" (1955) -también en su capacidad para crear una película dentro de otra- o de "El cebo" (1958). Nada sobra y nada falta en esta lección narrativa de ochenta y dos minutos. Cine inglés en estado puro, del mejor. Fuente en la que deberían beber muchos aprendices del siglo XXI, aunque estén consagrados. Inmenso y aterrador el gran Felix Aylmer. En fin, una obra de hermosa y turbadora intensidad.


César Ureña Gutiérrez

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