A Roma con amor
Año de producción: 2012
Director: Woody Allen
Guión: Woody Allen
Intérpretes: Woody Allen, Judy Davis, Roberto Benigni,
Alec Baldwin, Jesse Eisenberg, Ellen Page
Woody,
¿dónde estás?
Aparecen los clásicos títulos de crédito blancos sobre
fondo negro y una se arrellana en la butaca dispuesta a sentirse como en casa,
como cada septiembre, fiel a esa cita anual con Woody Allen, siempre esperada y
reverencial por el recuerdo agradecido e imborrable de Hannah y sus hermanas, Manhattan, Annie Hall... Con el paso de los
minutos (largos), la extrañeza, la incredulidad y el rubor crecen a medida que
las historias, los personajes y nuestra paciencia menguan.
Woody Allen
no se molesta en hilvanar las cuatro historias, o más bien anécdotas, cuyo caprichoso
punto de unión es que transcurren en Roma (aunque podrían haber tenido lugar en
Cuenca o en Singapur); se limita a ofrecernos una ocurrencia ingeniosa (la de
la ducha operística) y unas cuantas frases woodyalllenescas como débil intento de salvación
en medio del naufragio.
El desaliño y
la desgana se apoderan de un guión y unos personajes vodevilescos y
desconcertantes, cuando no infames (esa joven pareja de recién casados, esa
prostituta...), y una desea con todas sus fuerzas que, como le sucedía a aquel
personaje de Todos dicen I love you, lo de Woody Allen sea sólo una
obstrucción transitoria del riego cerebral que desaparecerá cuando se deje de
periplos turísticos por España e Italia y vuelva sobre sus pasos a las
reconocibles y transitadas aceras de Nueva York.
Utilizando
las palabras de Marion, el personaje interpretado por Gena Rowlands en Otra
mujer,
una, invadida por la nostalgia, se pregunta si el recuerdo del gran cine de
Woody Allen es algo que tenemos o algo que hemos perdido.
Itziar Ibánez